Acepción
albaceteña un tanto en desuso y barriobajera, obligadamente machista (por ser el oficio de
vender hortalizas al aire libre ejercido por féminas) y peyorativa, por ir de
suyo acompañado del uso estrafalario y excesivo de un lenguaje desvergonzado y
salaz de baja estofa.
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