Lugares de
reunión de los aspirantes a apóstol (también llamados cenaculos, por comerse gratis los que les toquen según reparto), presididos por un Cristo, con vistas a
montar algún ídem. Suele hacerse por Pentecostés (que no es que se cenen 5
costillas por barba, sino 50 días después –o antes– de hacernos la Pascua, aunque en realidad no hay fecha fija), para celebrar con regocijo alguna recolección y dar gracias por la avenida del Espíritu Santo, que los ilumina en forma o no de paloma para seguir jodiendo al resto de mortales.
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