Piel de conejo y
por extensión, humana. Antes de los años sesenta una era cara y la otra barata.
Al cambiar las tornas, los niños eran los encargados de cambiarlas al
pelliquero ambulante, por chuches y abalorios, al estilo indio. O aprender
jugando a vender cara la pellica. Y como buenos indios, siempre se perdía.
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